«Giovanna d’Arco» de Guiusepe Verdi con Giannattasio, Fabiano y Domingo en el Teatro Real

Publicado en TLM

Ver: Michael Fabiano regresa al Teatro Real con Giovanna d’Arco

Ópera en versión concierto

Un año más el Teatro Real despide su temporada lírica con una ópera en versión de concierto, protagonizada por Plácido Domingo. En esta ocasión se ofrecerán tres funciones de Giovanna d’Arco, de Giuseppe Verdi, los días 14, 17 y 20 de julio, que se alternarán con Il trovatore, en escena hasta el 25 de julio.

Plácido Domingo interpretará el papel del viejo pastor Giacomo, al lado de la soprano Carmen Giannattasio, en el rol titular, y del tenor Michael Fabiano, como el rey Carlos VII de Francia. Actuarán junto con Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real –Coro Intermezzo y Orquesta Sinfónica de Madrid- bajo la dirección de James Conlon.

Giovanna dArco de Guiusepe Verdi con Giannattasio, Fabiano y Domingo  en el Teatro Real | Toda la Música

14, 17 y 20 de julio a las 20:00hs | Teatro Real

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Giovanna dArco de Guiusepe Verdi con Giannattasio, Fabiano y Domingo  en el Teatro Real | Toda la Música
Carmen Giannattasio in the War Memorial Opera House San Francisco – © Cory Weaver

Giovanna d’Arco es la séptima ópera del catálogo verdiano y pertenece al corpus de su primera etapa como compositor, en la que afloran ya la arrebatadora fuerza dramática de su música y sus hermosas melodías, pese a las limitaciones del libreto de Temistocle Solera, con el que Verdi había trabajado previamente en Nabucco, I lombardi y Attila.

Partiendo de una adaptación libre del drama de Friedrich Schiller -autor que ha inspirado también I masnadieri, Luisa Miller y Don Carlo-, la trama de la ópera se vertebra en torno a la indómita personalidad de Giovanna d’Arco que se debate entre el servicio a su patria y sus sentimientos y emociones personales.

Texto de Joan Matabosch

Apropiarse de un mito

Giovanna dArco de Guiusepe Verdi con Giannattasio, Fabiano y Domingo  en el Teatro Real | Toda la Música

El autor del libreto de Giovanna d’Arco, el aventurero, poeta y compositor Temistocle Solera, artífice también de los textos de otras óperas verdianas como Nabucco, I Lombardi y Attila, que no llegó a terminar, fue también uno de los primeros empresarios de la historia del Teatro Real. Se encargó, desde octubre de 1851, de programar la segunda temporada de la historia del coliseo hasta caer en desgracia ante Isabel II por múltiples motivos, seguramente relacionados con su más que dudosa lealtad a la institución. Casi al mismo tiempo que programaba el Teatro Real de Madrid, Temistocle Solera se promocionaba como empresario y compositor en todos los demás teatros españoles a los que tenía acceso y, muy especialmente, se ofrecía al Gran Teatre del Liceu de Barcelona como compositor residente para desarrollar su proyecto de construir una opera nacional española.

Tras lograr que el Liceu estrenara su ópera La hermana de Pelayo en la temporada 1852-1853 hizo llegar a sus propietarios un manifiesto en el que les preguntaba, literalmente: «¿A quién mejor que a vosotros se debe consagrar la primera ópera que se escribe para el teatro que vosotros mismos habéis con tanta grandeza y esplendor levantado? Sí, ¿a quién mejor que a vosotros que habéis con tanta lealtad y generoso desprendimiento ayudado a la empresa que la primera ha concebido la idea de fundar un teatro español? (…) Si yo he podido probar que aquí lo mismo que en Italia, y mucho mejor aun que en Francia y Alemania es fácil superar tales dificultades, quedaré recompensado con usura, porque habré puesto mi pobre piedrecita en el monumento de la ópera en España».

Antes de gestionar artísticamente el Teatro Real, Temistocle Solera ya había conseguido que Giovanna d’Arco, compuesta por Verdi sobre su libreto, formara parte, en julio de 1847, de la primera temporada de la historia del Liceu, erigiéndose además en la primera novedad absoluta que el flamante nuevo teatro ofrecía al público de Barcelona. El avispado Solera había mostrado a Verdi y a su editor su texto sobre Juana de Arco asegurando que se trataba de «un drama completamente original». Ocultaba que, en realidad, era una perezosa adaptación de la Jungfrau von Orleans de Schiller que simplemente esquivaba lo más conflictivo del texto original: por eso la heroína no moría en la hoguera sino en el campo de batalla; y quien la acusaba no era la Iglesia sino su propio padre.

No podía sorprender que fuera precisamente Schiller quien se encontrara en el origen de la ópera de Verdi, como en el de tantas óperas italianas y francesas de Rossini, Donizetti, Mercadante y el propio Verdi. Se trataba siempre de héroes y heroínas traspasadas por la luz del idealismo y que se debatían entre la grandeza y la servidumbre de las pasiones humanas. En el caso de Juana de Arco, la fragilidad de esta joven pueblerina, provinciana e indefensa contrasta con su indómita voluntad de hierro y con un fuego interior tan poderoso que le lleva a jurar que no sucumbirá a las debilidades femeninas, que no sentirá piedad por los enemigos y que no buscará el amor protector de un hombre. Y así, finalmente, ganará patallas, liberará ciudades y coronará reyes.

Ciertamente, en el libreto de Solera se pierde el control racional sobre los materiales que dan al texto de Schiller una unidad y una auténtica grandeza épica. La obra deja de ser una construcción dramática perfectamente engrasada para convertirse, como dice Ramón Pla i Arxé, en un «excitante recorrido a través de algunos dioramas románticos: cuadros rurales pintorescos, batallas cruentas, cárceles, catedrales, pastores, reyes, prodigios y milagros». Los espacios y recursos evocadores del arte romántico dejan de ser un instrumento para convertirse en una finalidad. Y el artista no se siente abrumado por el efecto de la pasión que se desprende de su creación, sino que ha creado la situación para provocar precisamente ese efecto. La retórica se apodera de la escena, la previsión sustituye a la sorpresa, y el resultado es una banalización del arte que guarda, eso sí, una cierta apariencia de arte.

En el tránsito desde Schiller hasta Solera y la actualidad, lo que más sorprende del mito de Juana de Arco es su capacidad de travestismo emocional y político: una «idiote malhereuse» (Voltaire), una heroína revolucionaria que «si hubiera vivido en nuestros días habría tomado la Bastilla» (Louis-Sébastien Mercier en 1802), una musa de la unificación nacional que encarna el patriotismo del pueblo (Napoleón), una precursora de «la République socialiste universelle» (Charles Péguy, 1879), una encarnación de «la résistance contre l’étranger» (Maurice Barrès, 1914), una precursora del general De Gaulle que salva a un país sometido al enemigo y, poco a poco, una especie de patrona fascista de la extrema derecha que encarna la salvación de la patria ante los nuevos invasores: el emigrante negro, árabe o asiático, el extrano que viene a competir por el mercado laboral, que tiene otra religión y que puede contaminar las esencias de la raza. Su figura ha acabado siendo reivindicada por todo el mundo, desde la literatura hasta el teatro de George Bernard Shaw y Jean Anouilh, la ópera (Verdi, Paul Claudel y Arthur Honegger) y el cine de Melies, Cecil B. DeMille (con Geraldine Farrar), Carl Theodor Dreyer (con Renée Falconetti), Victor Fleming, Roberto Rossellini (ambas con Ingrid Bergman), Otto Preminger, Robert Bresson, Jacques Rivette o Luc Besson (con Milla Jovovich). Todos se han apropiado del mito de la pobre Juana de Arco. En las inspiradas, a veces irresistibles, arias, dúos y concertantes de la partitura que inspiró el texto de Solera agradecemos que Verdi fuera uno de los grandes artistas que hicieron suyo el mito. Aunque también tengamos que lamentar que no recurriera a un libretista con menos ambición y más talento.

Joan Matabosch es el director artistico del Teatro Real

NdeP – Teatro Real – Dpto. de prensa | Press Office

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