La Wallace Hartley Band
En tiempos de Coronavirus, los tomamos como un símbolo de cómo la música nos devuelve la esperanza en medio de la adversidad.
Lo llamaron “Insumergible”, antes de salir en su primer y única travesía del puerto de Southampton, Inglaterra, el miércoles 10 de abril de 1912. Cuatro días después, el Titanic se hundió en las aguas del Atlántico, rumbo a Nueva York, tras colisionar con un iceberg a las 11:40 pm del domingo 14.
Muchos pasajeros, dormidos en su camarote, ni siquiera sintieron el impacto. Esa noche no hubo baile y la orquesta había terminado su jornada. Sin embargo, fueron los músicos los primeros miembros de la tripulación en actuar frente al desastre.

En su libro “El Titanic: La extraordinaria historia del barco a prueba de naufragios” (1997), el periodista británico Geoff Tibballs señala que poco después de medianoche, Wallace Hartley, violinista de Lancashire de 33 años, se ubicó en la entrada de primera clase con los siete músicos de su banda para calmar a los pasajeros.
Más tarde, cuando los pasajeros empezaron a abandonar el barco, se ubicaron en la popa de la cubierta de botes. A la 1.15 a.m. el Titanic dio un vaivén que inclinó aún más la cubierta, sin embargo, la banda siguió tocando, dignamente, sus marchas, valses de Strauss y el pegadizo ragtime, el ritmo de moda por entonces. La música ayudaba también a silenciar los alaridos.
Una hora después, cerca de las 2:10 a.m., Hartley decide finalizar el concierto, pero su banda no pestañea. Siguen en su puesto.
Tibballs especula con aquel último repertorio, pudiendo ser los himnos cristianos “Autumn” (otoño) o “Nearer, My God, to Thee” (Cerca de ti, Señor). En cualquier caso, para el autor debió ser una melodía que los músicos conocieran bien, pues la ejecutaron en total oscuridad, con el barco totalmente inclinado antes de irse a pique.
La fama de la Wallace Hartley Band se la debemos a Mary Hilda Slater, pasajera sobreviviente del Titanic, quien contó la historia al Worcester Evening Gazette de Massachusetts solo un día después de pisar tierra, el viernes 19 de abril. Más tarde, otros supervivientes confirmarían aquél concierto épico.
Ningún músico sobrevivió. Sus representantes, la Black Talent Agency de Liverpool, escribirían luego a los familiares una carta, no para ofrecer el pésame, sino para cobrar los 5 chelines por concepto de gastos por la pérdida del uniforme.