La Orquesta Titular del Teatro Real vuelve a Estados Unidos para ofrecer un concierto en el Lincoln Center

El Real regresa a Nueva York

La Orquesta Titular del Teatro Real, de nuevo bajo la dirección de Juanjo Mena, interpretará El amor brujo, de Manuel de Falla (con la cantaora Esperanza Fernández);  el Concierto para violonchelo en si menor, de Antonín Dvořák (con Pablo Ferrández como solista); la Suite Panambí, de Alberto Ginastera, y las suites de Daphnis et Chloé, de Maurice Ravel.

Tras el éxito de su primera visita a Nueva York en septiembre del año pasado, la Orquesta Titular del Teatro Real, bajo la dirección de Juanjo Mena, ofrecerá un concierto en el David Geffen Hall del Lincoln Center, el próximo 16 de octubre a las 20:00 horas.

El programa estará compuesto por El amor brujo, de Manuel de Falla, el Concierto para violonchelo, de Antonín Dvořák , y dos obras que reflejan la influencia de Falla en la creación musical del siglo XX: las suites de Daphnis et Chloé, de Maurice Ravel, y la Suite Panambí, del compositor argentino Alberto Ginastera.

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Lunes 16 de octubre a las 20:00 hs | Lincoln Center

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Orquesta Titular del Teatro Real

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Participarán en el concierto dos grandes artistas españoles: la cantaora Esperanza Fernández -nominada a los Grammy Latinos en 2008 por su disco Recuerdos– se enfrentará a una de las más importantes partituras de Falla, que requiere intensidad dramática, desgarro y autenticidad para reflejar el embrujo y la raíz gitana de la obra; y Pablo Ferrández -primer español premiado en el Concurso Internacional Chaikovski- quien será solista en el icónico y bellísimo concierto de Dvořák  que, aunque escrito en Estados Unidos, rezuma la nostalgia de melodías, paisajes y perfumes bohemios.

Completan el programa tres suites creadas por sus compositores a partir de un ballet: la Suite Panambí, de Alberto Ginastera, evoca el mundo de los indios guaraníes a través de cuatro números de atmósferas contrastantes, que articulan el impresionismo musical europeo y la herencia musical indígena; y las dos populares suites del ballet Daphnis et Chloé, de Maurice Ravel, cerrarán el concierto con su rica paleta tímbrica y armónica, lo que permitirá a la Orquesta Titular del Teatro Real lucir la belleza de su sonido y también su ductilidad, bajo la dirección de Juanjo Mena, que goza de gran prestigio en Estados Unidos, país donde dirige habitualmente desde 2004.

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String Quartet

El 17 de octubre, a las 19.00 horas, el Cuarteto de Solistas de la Orquesta del Teatro Real -con Gergana Gergova (violín I), Sonia Klikiewicz (Violín II), Wenting Kang (viola) y Dragos Balan (violonchelo)- ofrecerá un concierto con obras españolas de los siglos XIX y XX: el Cuarteto de cuerda nº 1 en re menor, de Juan Crisóstomo de Arriaga (1806-1826); La oración del torero, de Joaquín Turina (1882-1949); y Vistas al mar, de Eduard Toldrá (1895-1962). Los compositores, de distintos períodos y procedencias -Arriaga, del País Vasco; Joaquín Turina, de Andalucía; y Eduard Toldrá, de Cataluña- tienen en común la articulación de la tradición musical europea de su tiempo con la riqueza y diversidad del patrimonio artístico español.

El acceso al Concierto del Cuarteto de Solistas del Teatro Real, que hace su debut en Nueva York, es gratuito, mediante inscripción previa en este link. También podrá ser seguido en directo a través de la cuenta de Facebook de la Americas Society.

Coincidiendo con los conciertos en el Lincoln Center y en la Americas Society, prosiguen en Estados Unidos las giras de Authentic Flamenco, con actuaciones en diferentes ciudades a lo largo de seis meses. En Nueva York los espectáculos tendrán lugar en la Fundación Ángel Orensanz y estarán protagonizados por la bailaora Yolanda Osuna, que actuará junto a Juan Fernández (baile), Bernardo Miranda y Manu Soto (cantaores), Miguel Pérez y Juan Marín (guitarras) y Juan Diego Sáez (saxofón).

La antigua sinagoga, reconvertida en centro cultural y artístico por el escultor aragonés Ángel Orensanz, que anima el Lower West Side neoyorquino, acogerá ocho actuaciones protagonizadas por Yolanda Osuna, que desde mayo y hasta diciembre está actuando en una monumental gira de Authentic Flamenco, por quince ciudades de Bélgica, Francia, Reino Unido, Estados Unidos y Canadá.

Esta gran bailaora y coreógrafa cordobesa ya sedujo con su expresividad, embrujo y autenticidad al público de Nueva York cuando actuó, junto a Amador Rojas, el pasado septiembre, en el primer viaje del Teatro Real a Estados Unidos.

El concierto del Teatro Real en el Lincoln Center, el recital en la Americas Society y las actuaciones de Authentic Flamenco en la antigua sinagoga de la Fundación Ángel Orensanz pretenden divulgar la música y la cultura de España en Estados Unidos, consolidar el hermanamiento entre Madrid y Nueva York y difundir los proyectos y programación del Teatro Real en Norte América, incluyendo la expansión de su plataforma audiovisual MyOperaPlayer.

La calidad de la programación artística del Teatro Real y la independencia y autonomía de su modelo de gestión son destacadas con frecuencia en la prensa musical especializada europea. Este segundo viaje del coliseo madrileño a Nueva York permitirá acercar la institución a un público más amplio y diversificado, dentro de la estrategia global de proyección internacional que viene desarrollando con ahínco en los últimos años.

El compromiso del Teatro Real con la divulgación de la música, la ópera y también el flamenco en todo el mundo, le ha llevado a tender puentes muy especiales con Europa y los países latinoamericanos –Ignacio García-Belenguer, director general del Teatro Real, es el actual presidente de Opera Europa y miembro muy activo del consejo asesor de OLA-Ópera Latinoamérica-.

Asimismo, en los últimos años se están creando lazos de colaboración con países de Asia, desde China e India a los Emiratos Árabes Unidos, y también con Estados Unidos. Sin duda, este nuevo viaje a Nueva York permitirá al coliseo lírico de Madrid reforzar sus vínculos con el público, las empresas y las instituciones norteamericanas.

MyOperaPlayer, con una amplia oferta de producciones operísticas, conciertos, danza y flamenco procedentes de cerca de cincuenta teatros y auditorios de Europa, América y Asia, es una vía privilegiada de difusión musical con los más altos estándares de calidad, frecuentes retransmisiones en directo y una actualización permanente de su catálogo.

El viaje a Nueva York servirá también para divulgar esta plataforma audiovisual internacional, afianzando su enorme potencial para acercar la programación del Teatro Real a los estadounidenses en estos tiempos convulsos en los que el arte y la música son más necesarios que nunca.

La Gala tiene como patrocinador principal al Ayuntamiento de Madrid y cuenta con la Fundación AHCES, El Corte Inglés e Iberia como promotores. Tiene, además, el apoyo de ABANCA, Banco Santander, Cuatrecasas, Pérez-Llorca, Fundación Prima Frío, Deloitter, IFEMA, Management Solutions y la colaboración académica del IESE.

Las obras

Texto extraído del artículo de Rafael Fernández de Larrinoa, publicado íntegramente en el programa de mano.

El nacionalismo musical argentino tomó sus fuentes del folclore de la llanura –la pampa–, de las músicas porteñas –la milonga, el tango– y de los folclores amerindios, preferentemente el incaico y el guaraní. El ballet Panambí –”mariposa” en esta última lengua– de Alberto Ginastera pertenece a esta última modalidad.

Su obra vio la luz por iniciativa de Juan José Castro, compositor y director de orquesta de orientación modernista que convenció a su reticente autor a comprimirla en forma de suite. Su estreno en el Teatro Colón de Buenos Aires el 27 de noviembre de 1937 convirtió a su autor, con solo 21 años, en una promesa de la música argentina, reconocida inmediatamente mediante la concesión de un premio por parte de la Comisión Nacional de Cultura.

La partitura revela desde el primer minuto la temprana inclinación de Ginastera por las vertientes más modernistas del nacionalismo internacional, en un crisol en el que se adivinan Bartók y Stravinsky. El primero y más extenso de sus números (“Claro de luna sobre el Paraná”) es un delicado tapiz sonoro en el que los diversos materiales musicales se confunden en un fondo musical animado con fugaces destellos lunares.

Los números restantes alternan, prácticamente sin solución de continuidad, feroces episodios rítmicos reminiscentes de danzas pampeanas –como el malambo, la zamba o la chacarera– con interludios de un lirismo tan insinuante como progresivo.

El Concierto para violonchelo de Antonín Dvořák fue escrito durante el último año de su etapa al frente del National Conservatory of Music of America de Nueva York. A diferencia de su Sinfonía “del Nuevo Mundo”, el concierto no contiene trazas de elementos musicales estadounidenses, sino que conecta directamente con las sonoridades bohemias y la luminosidad otoñal de su octava sinfonía.

El violonchelo no gozó en el siglo XIX de excesivo predicamento como solista de concierto; el propio Dvořák se quejó de que “it whinges up above, and grumbles down below”. Sin embargo, la escucha del segundo concierto de Victor Herbert –profesor de violonchelo en la institución que él dirigía– le decidió a escribir el suyo, estrenado por Leo Stern en Londres en marzo de 1896.

El concierto de Dvořák está impregnado de un aura elegíaca que sus biógrafos han relacionado con Josefina Čermáková, hermana de su esposa Anna y amor de juventud del compositor. La obra fue compuesta durante los últimos meses de vida de Josefina, aquejada de una grave enfermedad.

En atención a ella, Dvorak utilizó el tema de la primera de sus Four Songs op.82 –favorita de Josefina– en la sección central del Largo. Tras saber de su muerte, reescribió la coda del Finale añadiendo una fugaz cita de este tema a modo de epitafio. El aura de despedida del mundo de esta maravillosa obra solo fue igualada, más de medio siglo después, en las Four Last Songs de Richard Strauss.

La “gitanería en dos cuadros” El amor brujo nació por iniciativa de la bailaora y cantaora flamenca Pastora Imperio, quien confió a Manuel de Falla la composición de una obra a medida de su arte.

El compositor encargó el libreto a María de la O Lejárraga, destacada escritora y feminista quien publicó el texto bajo el nombre de su marido, Gregorio Martínez Sierra. Falla y Lejárraga estudiaron el cante de Pastora y de su madre, Rosario “La Mejorana”, y recopilaron antiguas historias de la tradición gitana para definir las líneas maestras de la obra.

Ésta cuenta con dos protagonistas, los gitanos Candela y Carmelo, que no pueden consumar su amor por la injerencia del Espectro de un antiguo amante [de ella], celoso e infiel. Instruida por una vieja gitana, Candela ejecuta el ritual para desembarazarse del Espectro a través del baile.

No fue la primera vez que Falla insertó elementos gitanos “auténticos” en su música, puesto que ya introdujo un episodio con un cantaor y un tocaor de guitarra flamenca en su ópera La vida breve. Sin embargo, en esta ocasión el cruce de elementos clásicos y flamencos responde a un concepto musical más unitario y desapegado de las convenciones del nacionalismo decimonónico, tanto en la música como en la danza, que el propio Falla alineó con el hito erigido por Stravinsky con Le sacre du printemps dos años antes.

Estrenado en el Teatro Lara de Madrid en abril de 1915, El amor brujo obtuvo una fría acogida de la que el autor solo se resarció diez años después, tras la exitosa presentación parisina de una nueva versión protagonizada por la bailarina Antonia Mercé “La Argentina”, en la que la parte vocal fue encomendada a una cantante lírica, la mezzosoprano Yvonne Courso.

La reinvención del folclore andaluz en la música de concierto operada por Falla debe mucho a la música de Claude Debussy y Maurice Ravel, amigo y contemporáneo estricto del compositor gaditano.

El “colorido español” se había constituido durante el siglo XIX como una modalidad específicamente francesa de orientalismo; un elixir que, en el contexto del revanchismo posterior a la guerra franco-prusiana supuso, además, un poderoso antídoto contra el influjo de la música alemana.

Sin embargo, a diferencia de la espagnolade, y en palabras del propio Falla contenidas en sus Escritos musicales sobre música y músicos, Debussy fue el descubridor de las “riquezas modales contenidas en nuestra música y de las posibilidades que de ellas se derivaban”, a la vez que fue el primero en huir del “documento popular auténtico […] para crear una música propia”.

Ravel, de ascendencia vasca, profundizó en esta misma línea con obras como la Rhapsodie espagnole y la ópera L’Heure espagnole, prácticamente contemporáneas de La vida breve y El amor brujo, respectivamente.

La danza y el exotismo se convirtieron durante la Belle Époque en vehículos de una serie de transformaciones estéticas que hicieron del cuerpo y del sexo un instrumento de liberación y belleza. El ballet en un acto –o symphonie chorégraphique– Daphnis et Chloé de Maurice Ravel desarrolla el erotismo «griego» inaugurado por el Prélude à l’après-midi d’un faune de Debussy a través de una partitura de un colorido y una sensualidad desbordantes.

La obra, estrenada en París en junio de 1912 por los Ballets Russes, fue trasladada por su autor a la sala de conciertos a través de dos suites: la primera de ellas incluye los momentos más oscuros de la acción, vinculados con el secuestro de la protagonista; la segunda y más frecuentada, incluye el cuadro final en su integridad, una alegoría del renacimiento de la Naturaleza que culmina en una orgiástica danza.

Nota de prensa completa

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