La pianista china Yuja Wang cierra de forma brillante la edición de este año del Festival Perelada

Resumen de la nota

Yuja Wang, la renombrada pianista china, clausuró el Festival Perelada con un recital deslumbrante en la iglesia del Carme del Castell de Peralada.

Su actuación combinó una presencia escénica magnética con una técnica impecable, logrando una conexión profunda con la audiencia gracias a su expresividad emocional y precisión en la interpretación de piezas complejas de Ravel, Skriabin, y Debussy, entre otros.

El recital incluyó obras destacadas, como preludios de Debussy y la Balada núm. 1 en sol menor, Op.23 de Chopin, culminando con una serie de nueve bises que reafirmaron su virtuosismo.

El público salió fascinado, satisfecho por una actuación que rompió con elegancia los estereotipos de la música clásica.

Publicado en TLM

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El espíritu impresionista del compositor Claude Debussy y el de Fréderic Chopin han planeado durante todo el recital en la atmosfera de la iglesia del Carme,

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Yuja Wang en la iglesia del Carme del Castell de Peralada – © Miquel González – Shooting

La pianista china Yuja Wang (1987) ha clausurado hoy de forma excelsa la edición de este año en el Festival Perelada, con un recital que ha respondido a las expectativas y ha resultado ser como una gran explosión de texturas y colores, ante el público que llenaba la iglesia del Carme del Castell de Peralada.

De entrada, Yuja Wang tiene una presencia escénica magnética, algo de lo que es perfectamente consciente y lo juega a fondo. Pero todo esto, que incluye una fractura absoluta pero elegante con los estereotipos convencionales del mundo de la música clásica, no sería más que un envoltorio, si no fuera porque es una pianista con una técnica prodigiosa, que le permite abordar las obras más complejas del repertorio pianístico e interpretarlas con precisión, velocidad -cuando es necesario- y claridad.

A todo ello hay que añadir, como ha demostrado hoy en Peralada, la gran intensidad expresiva y emocional que aporta a sus interpretaciones que es lo que, más que el virtuosismo, la hace conectar profundamente con la audiencia, que queda fascinada. Y es ese conjunto de virtudes que le han llevado a ser una estrella global no sólo en el ámbito de la música clásica, sino también en la cultura popular.

El recital de hoy ha empezado con una pieza luminosa, Jeux d’eau, de Maurice Ravel (1875-1937), que la dedicó a Gabriel Fauré y tiene una clara inspiración en Liszt. En esta obra, que estrenó Ricard Viñes, amigo de Ravel, a principios de s. XX, el compositor trata de trasladar al piano el rumor que hace el agua en los manantiales, cuando se precipita por las cascadas o baja por los arroyos.

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Yuja Wang en la iglesia del Carme del Castell de Peralada – © Miquel

La pieza de Ravel influenció sin duda a uno de los autores cuyo espíritu ha planeado toda la velada en la atmósfera de la iglesia y del que hemos podido oír unas cuantas obras: Claude Debussy (1862-1918). A Ravel, le ha seguido la Fantasía en sí menor, Op.28, de Alexandr Skriabin (1872-1915), un movimiento único en forma de sonata que hace de puente entre la tercera y la cuarta sonatas de este compositor, que la escribió en un momento de transición, en el que abandonaba la tradición romántica y experimentaba con la armonía y estructura de sus composiciones.

Aquella presencia etérea que se intuía de Debussy se ha hecho música. La pianista china ha interpretado dos piezas incluidas en los dos volúmenes (Libro I y Libro II) de preludios de Debussy.

El compositor francés, uno de los máximos representantes del impresionismo, desarrolló esta forma musical hasta llegar a su punto más álgido, sin perder sin embargo la esencia de esta estructura y su carácter breve. Sin embargo convirtió los preludios, que tendían a la dispersión y la ligereza, en obras compactas, concentradas y sin repeticiones, con melodías más evocadoras que descriptivas en busca de recrear una sensación.

Yuja Wang ha interpretado Le vent dans la plaine, del Libro I, nº3, una pieza de una textura ligera y etérea que es casi una reflexión sobre la naturaleza. Esta aparente serenidad ha tenido continuidad e incluso se ha acentuado en la interpretación del preludio Bruyères, del Libro II, nº5, una pieza incluida en el conjunto llamado Estampas y uno de los hitos de la exploración de Debussy en el color y la textura de la música. La obra evoca la imagen de un paisaje natural, en este caso un bosque de brezo.

A continuación ha tomado protagonismo la obra del pedagogo, pianista y compositor alemán Fèlix Blumenfeld (1863-1931), que fue el compositor del Estudio para mano izquierda, Op.36, una pieza creada en un contexto determinado por interés creciente por las obras que exploran las posibilidades técnicas y expresivas del uso de una sola mano.

Antes de interpretar tres preludios más de Debussy, Wang ha interpretado a Toccata, una pieza del pianista y compositor francés Pierre Sancan (1916-2008), muy popular en su país pero poco conocido en el extranjero, que se interpreta a una velocidad diabólica, ideal para el lucimiento de la pianista china. Se da la circunstancia, además, de que Sancan era un experto y un intérprete virtuoso de la obra de Debussy, a quien la pianista china ha vuelto después de dejar fascinasdo al auditorio con la pieza de Sancan.

El preludio Les sons et les parfums tournent dans el aire du soir, del Libro I, núm. 4 ha abierto una serie de tres preludios de Debussy, que Wang ha interpretado de manera consecutiva, sin pausas, con maestría y que había situado de forma estratégica en el programa, ya que se ha ido produciendo un crescendo remarcable en cuanto a la intensidad en la interpretación de la pianista, tal y como pedía cada pieza.

El título del primer preludio de esta serie proviene de un verso del poema Harmonie du soir, del poeta Charles Baudelaire, incluido en su recopilación poética Las flores del mal. Se trata de la evocación de una noche en la que sonidos y olores se mezclan, creando una atmósfera sensual y misteriosa.

Esto ha dado paso al preludio Ce qu’a vu le vent d’ouest, del Libro I, núm.7, una de las piezas más vigorosas y dramáticas del conjunto de preludios, que evoca la potencia y la furia del viento oeste, con constantes cambios de intensidad y dirección, por lo que supone un desafío para la capacidad técnica y expresiva del intérprete.

Del viento, hemos pasado al último de los preludios que recogen los dos volúmenes antes mencionados: Feux d’artifice, del Libro II, núm.12. Una maravilla impresionista, técnicamente muy exigente, que requiere una gran destreza y control en los pasajes rápidos y en las escaleras ascendentes y descendentes que quieren recrear la imagen de los fuegos de artificio subiendo y estallando en el cielo.

Realmente, han estallado en la iglesia y el público, fascinado, lo ha experimentado y, al final, como difusa, de fondo, la Marsellesa. Lo que la audiencia contaba que era la recta final del recital ha sido dedicada a otra presencia que ha planeado por la nave del templo, la de Fréderic Chopin (1810-1849).

Yuha Wang ha interpretado una pieza emblemática del repertorio romántico para piano, de carácter más bien oscuro y dramático, como es la Balada núm. 1 en sol menor, Op.23 y, para cerrar, ha elegido la Balada nº4 en fa menor, Op.52, una composición de una gran profundidad emocional, con una estructura compleja pero sin embargo de una belleza exquisita.

Hubiera sido un final memorable, pero aún lo ha sido más cuando la pianista china, con una generosidad proverbial, ha ofrecido nada menos que un total de nueve bises. Wang ha interpretado, entre otras piezas, la Sinfonía núm. 7 de Prokofiev y el Danzón núm. 2 de Arturo Márquez.

El público ha salido plenamente satisfecho de la iglesia, porque en los bises Yuja Wang ha vuelto a dar muestras fehacientes de su virtuosismo, con pasajes pianísticos, en ocasiones, abrumadores.

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