Publicado en TLM
Valentín María de Zubiaurre (Garai, 1837 – Madrid, 1914), maestro de la Real Capilla de Madrid durante casi cuarenta años (1875-1914) y primer pensionado de la Academia de España en Roma que este año celebra su 150 aniversario, es una de las figuras olvidadas de la música del siglo XIX.
La recuperación de sus obras, principalmente de ámbito religioso, es uno de los puntos de interés de la Sociedad Coral de Bilbao que ha rescatado de Eresbil (Archivo de la Música Vasca), editado junto a Ángel Briz y grabado con Jean Michel Olivares el oratorio La Pasión, compuesto en contrapartida por la beca que le ofreció la Academia de España en Roma en 1874 y por la que posteriormente pasaron músicos como Chapí, Bretón, Emilio Serrano, Cleto Zabala o María de Pablos entre otros muchos.
La musicóloga Otilia Fidalgo tras una exhaustiva investigación recogida en su tesis doctoral, afirma que pese a que Zubiaurre no completó la beca debido a su ingreso como vicemaestro en la Real Capilla de Madrid en octubre de 1875, los meses de dedicación en la Academia dejaron este oratorio que nunca se llegó a estrenar, y que ve la luz de la mano de la Sociedad Coral de Bilbao por primera vez después de siglo y medio.
El compositor trabajó en él habiendo iniciado el viaje por Europa que se le exigía como parte de la formación. Se dedicó a su composición durante su estancia en Milán, donde firmó la versión para piano – órgano, así como el borrador de la partitura orquestal en septiembre de 1874. A finales de ese año se trasladó a París para continuar con sus obligaciones académicas y fue en esta ciudad donde finalizó la obra.
En cuanto a las características de la obra, siempre en palabras de la doctora Fidalgo, la personalidad del compositor aflora ya desde la propia selección del idioma. La opción del latín para el texto del libreto es algo llamativo teniendo en cuenta que gran parte de los referentes europeos en este siglo se hallan escritos en lengua vernácula. Este hecho revela una decisión con criterio propio, máxime cuando posee obras religiosas escritas en español e incluso en euskera.
Su personalidad no solo se manifiesta a través de esta elección sino en la perfecta convivencia entre lo religioso y lo profano que se descubre en la partitura. Buena parte de este modus operandi proviene de la formación recibida en el Conservatorio de Madrid de la mano de Hilarión Eslava –maestro de la Real Capilla que le precedió–.
Sin duda su influencia dejó una huella que impregna todo su corpus religioso: el protagonismo de los textos frente a una instrumentación que opera a su servicio es una de las características que mejor definen la herencia de Eslava en Zubiaurre.
Pero, aunque esta línea compositiva se mantuvo sin variaciones a lo largo de su vida, no debemos obviar el profundo equilibrio que desprende su música, y en este caso La Pasión, fruto de los mundos musicales con los que convivió.
No cabe duda de que su bagaje dentro del género lírico le proporcionó las herramientas necesarias para hacerle un gran conocedor, tanto de las convenciones de la grand opéra francesa, como del estilo alemán o italiano. El resultado es la perfecta conciliación entre el estilo teatral y el religioso que se pone de manifiesto en cada número al ofrecernos una obra respetuosa con el texto litúrgico, pero sin renunciar a la emotividad o el dramatismo.
Volver a hacer sonar esta música tan enriquecedora para el patrimonio musical en escenarios tan significativos para el compositor como son su pueblo natal Garai, Bilbao, Madrid y Roma, es una manera de homenajear a Zubiaurre.
Como bien subraya Fidalgo, Bilbao le abrió las puertas al mundo de la música al entrar como cantor de capilla de la mano del maestro Nicolás Ledesma. Roma le proporcionó la visión necesaria para mirar a Europa desde ángulos nuevos. Finalmente, Madrid consolidó la que fue su profesión a lo largo de cuatro décadas como maestro de la Real Capilla.
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