Lisette Oropesa canta Lucia di Lammermoor en el Teatro Real

Tras su extraordinario éxito en la Royal Opera House londinense, la joven y brillante soprano Lisette Oropesa protagoniza la última representación escénica del Teatro Real, Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti, desde el próximo 22 de junio al 13 de julio, junto a Javier Camarena, Artur Rucinski y Roberto Tagliavini, en la producción de David Alden para la English National Opera, bajo la dirección musical de Daniel Oren.

La soprano estadounidense de origen cubano, nacida en Nueva Orleans, que estudió flauta antes de graduarse en canto en la Universidad de Lusiana y de convertirse en miembro del famoso programa Lindemann Young Artists, tras ser elegida como flamante ganadora en las audiciones de la National Council Grand Finals del Met, ha sido aclamada por The New York Times como una artista de presencia magnética y atractivo timbre, sedoso y flexible.

Aplaudida por la crítica especializada por su precisión técnica y dominio de la coloratura, Lisette Oropesa regresa al Teatro Real de Madrid, tres años después de su triunfo como Gilda en Rigoletto (2015). Entre sus próximos compromisos, destaca Adina en el Rossini Opera Festival de Pésaro, la Verdi Opera Night de l’Arena di Verona, La Traviata en el Teatro La Fenice y L’elisir d’amore en la Opéra national de París. La próxima temporada, podremos verla en el Gran Teatre del Liceu cantando Rodelinda de Haendel.

Why Lucia di Lammermoor is one of opera’s most challenging roles
The Royal Opera

Lisette Oropesa acaba de publicar su último CD “Aux filles du désert”, junto al pianista Michael Borowitz, con arias y canciones de Pablo Luna, Mozart, Bernstein, Saint-Saëns, Bizet y Donizetti.

Lisette Oropesa – LUCIA – ROH (c) Stephen Cummiske – ROH

Una entrevista

«Ser latina no es un problema en el mundo de la ópera en Estados Unidos»

La soprano Lisette Oropesa nació en Nueva Orleans en 1983 pero su acento y su actitud revelan su origen cubano. No abandona su sonrisa ni siquiera cuando mira al cielo (la entrevista se hizo hace unos días, cuando el sol aún no había desembarcado en Madrid) y se ve obligada a abrir el paraguas para protegerse de la lluvia. «¿Pero en esta ciudad no hacía siempre buen tiempo?», pregunta, contrariada porque el clima no le deja practicar una de sus grandes aficiones, correr. Se conforma, eso sí, cuando se le dice que, como contrapartida, tendrá la voz más fresca, ya que el clima seco de esta ciudad no es un buen aliado para los cantantes de ópera.

Lisette Oropesa está en Madrid para protagonizar en el Teatro Real, a partir del próximo jueves, «Lucia di Lammermoor», de Donizetti, última producción de la temporada (el 26 de julio se ofrecerá «Thais», de Massenet, pero en versión de concierto). Ya conoce este escenario, pues aquí cantó hace tres temporadas «Rigoletto», de Verdi. También conoce el papel, que interpretó por vez primera en Düsseldorf. «Pero la estudié hace ya diez años cuando estaba en el MET neoyorquino».

¿Ese teatro es una buena escuela para los cantantes, verdad?

Hay muchas funciones y grandes maestros que pasan por allí. Yo tuve la fortuna de trabajar la «Lucia» precisamente con Renata Scotto, pero también estuve con Kiri Te Kanawa, Mirella Freni, Thomas Allen… También se aprenden idiomas, interpretación, canto… Fueron tres años de trabajo muy duro pero muy satisfactorio; además podía ver los ensayos generales de todas las óperas. Fue un aprendizaje fantástico, un sueño ilusionante.

Sus padres son cubanos, pero usted nació en EE.UU. ¿Qué prima más?

Cuando era chiquitica nunca me sentí americana. Me sentía extranjera; hablaba solo español porque era el idioma que se hablaba en casa y veíamos Univisión. Aprendí inglés cuando entré en la escuela, pero mi cultura era latina y también lo eran mis amigos. Me sigo sintiendo cubana americana.

¿Y le ha dificultado algo el hecho de ser latina?

De verdad, creo que me ha ayudado mucho; por ejemplo para aprender idiomas como el italiano o el francés. Mi apellido, Oropesa, también me ha ayudado; es mucho más interesante que Smith.

¿Pero ha tenido las mismas oportunidades que otra cantante?

No creo que sea un problema ser latino en Estados Unidos en el mundo de la ópera. Al contrario, te ayuda ser de otra cultura, porque la ópera no es americana, y tener un rasgo «exótico» te añade de algún modo un valor. Pero en otros ámbitos, ser latino o no ser blanco sí puede suponer una dificultad.

¿Su vocación operística fue temprana?

Mi madre es cantante profesional, mi abuelo también cantaba. En mi caso el canto es algo genético, y tenía la ópera en casa. Mi madre siempre quiso que yo fuera cantante. Yo, sin embargo, estudié flauta; quería ser flautista, algo distinto a mi madre. Pero cuando fui a la Universidad me animaron, me dijeron que tenía una buena voz natural. Y al final me decanté por el canto; fue una buena decisión.

En «Lucia di Lammermoor», precisamente, la parte más famosa de su personaje, la escena de la locura, incluye un dúo con la flauta…

En esta producción se hace con armónica, pero sí, lo he hecho con flauta.

¿Hoy en día es necesario ser músico para ser cantante?

Hay muchos cantantes que no lo son, que no tocan ningún instrumento, aunque pueden leer música. Pero ayuda muchísimo si sabes tocar el piano u otro instrumento y, si es similar a tu voz, mejor. Que un tenor sepa tocar la trompeta es increíble, porque son parecidos, tienen la misma tesitura. A mí aprender flauta me enseñó a apoyar la voz, a entonar y a hacer la coloratura. Porque yo no soy coloratura pura, no tenía los sobreagudos y tuve que buscar los papeles adecuados. Con Renata Scotto estudié «La sonnambula», «I puritani», «I capuleti e i montecchi»… Papeles así. No he tenido ocasión aún de cantar algunos, porque para hacerlo en Estados Unidos hay que ser una estrella. Quizás algún día…

¿Qué importancia le da a la parte interpretativa?

Hoy en día es fundamental, no basta con ser cantante. Siempre me ha interesado. Cuando Natalie Dessay cantó «Lucia» en el MET yo fui a todos los ensayos para aprender lo que hacía, no solo como cantaba; y me hizo llorar todos los días. Parecía que no le costaba, que todo era natural, orgánico. Y eso me conmovía. Después de verla supe que tenía que trabajar la interpretación; hay directores de escena que te piden mucho en este aspecto, a los que no les importa tanto el canto. Por ejemplo, Katie Mitchell, con quien hice «Lucia» en Londres. Y tuve que aprender, buscar una técnica para hacer lo que me pedía. Es difícil. Para cantar hay que tener el cuerpo libre, al menos que no sea un obstáculo; que te permita cantar con tranquilamente. A veces los directores te piden tensión, y si la tienes es complicado cantar.

Usted cantó «Lucia di Lammermoor» en Londres, con muy buenas críticas, pero en una producción muy polémica. ¿Cómo era?

Para mí difícil, porque estaba en escena todo el tiempo. Cuando no cantaba tenía que hacer cosas porque el escenario estaba dividido y siempre pasaban cosas. Me costó, pero como no podía ir al camerino no podía ponerme nerviosa ante lo siguiente que tenía que cantar. Estaba concentrada todo el tiempo en mi personaje. Pero tenía que darlo todo, era mi primer protagonista en un teatro tan importante como el Covent Garden.

¿El de Lucia es uno de los papeles que más le gustan?

Musicalmente es una obra maestra. pero hay otras que, interpretativamente, me gustan más, como «La traviata». Es un personaje increíble. Violetta es la que escoge a pesar de su terrible destino. Se sacrifica por los demás, y supone un cambio en su vida. Y hasta el final pone a Alfredo por delante. Es una ópera maravillosa. La cantaré en agosto en Venecia y espero hacerlo mucho más. En septiembre cumpliré 35 años; cuando le consulté a Renata Scotto me dijo que no tenía que esperar para hacer este papel, que teniendo la voz lo tenía que cantar joven. Porque la tragedia es que Violetta es demasiado joven: eso es lo que te hace llorar.

¿Qué es lo que más le llama la atención del papel de Lucia?

Todo el mundo cree al principio que Lucia es un papel para una soprano coloratura, pero es mucho más que eso. La escena de la locura, efectivamente, exige mucha coloratura, pero hay partes mucho más dramáticas, que están escritas en una tesitura más baja, que piden dar volumen y colores a la voz. Si no los tienes solo puedes cantar bien la escena de la locura; para ser una buena Lucia hay que tener otras condiciones en la voz. Por eso es un papel tan difícil; exige concentración, no querer cantarlo todo «bonito». El bel canto, además de bello, tiene que ser expresivo, emocionante. Lo que pasa en el escenario exige del cantante que arriesgue sin dañar la voz.

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