El espíritu de la obra musical y humanista de Pau Casals sobrevoló, anoche, el Palau de la Música en el primer concierto de la tercera jornada dedicada a su figura. Una ‘diada’ institucionalizada el 2015 por el Ayuntamiento de Barcelona en conmemoración del nombramiento del músico, el 16 de junio de 1934, como hijo adoptivo de la ciudad que tiene como objetivo mantener la memoria de su universal legado. En esta ocasión la fundación que lleva el nombre del inolvidable maestro abrió los actos, que se prolongarán dos días más, con la exitosa actuación del gran violoncelista Mischa Maisky, acompañado al piano por su hija, Lily Maisky.
Hubo emoción en las palabras de Marta Casals, la viuda del legendario artista de El Vendrell, cofundadora y vicepresidenta de la fundación. En ellas resaltó, además de la implicación de Barcelona en la decisión de rememorar la vida y obra del emblemático personaje, la colaboración del Palau para que este evento se celebre cada año. La presencia de Maisky tenía un simbolismo especial. El cosmopolita músico nacido en Riga (Letonia), en tiempos que este país pertenecía a la URSS, conoció a Pau Casals en Jerusalén en 1973. El encuentro se produjo unos meses antes de la muerte del maestro de El Vendrell, uno de los referentes del entonces joven Maisky.
Un elogio ambivalente
Casals aceptó a escuchar al nuevo talento. Junto a su esposa e Isaac Stern, Eugene Istomin y Schasha Schneider, asistió a una actuación privada. Maisky interpretó la ‘Suite, número 2’ de Bach. “Joven, personalmente no creo que lo que ha tocado tenga nada que ver con Bach, pero lo ha hecho con tal determinación que ha sonado muy convincente”. Lo que en realidad era un elogio fue recibido por el letón como una censura, pero una vez entendió las palabras de Casals, decidió insistir en su carrera en la idea interpretativa de llegar al absoluto de la música comunicando, a través de los propios los sentimientos, el sentido de las obras.
Algo de eso sucedió en el Palau, donde precisamente Maisky, de 69 años, abrió la velada con la citada obra de Bach, versionada con rigor pero con su marcado sello personal. Fue el inicio de un concierto en el que ofreció una notable recreación de la ‘Fantasiestücke’ de Schumann. Con su hija Lily al piano, mostrando una indudable compenetración, ofreció un repaso con suerte desigual de obras que Casals interpretaba habitualmente.
Especialmente aclamada fue la interpretación de la ‘Suite populaire espagnole’, de Falla con vibrantes canciones como ‘El paño moruno’, ‘Asturiana’, ‘Jota’ y ‘Nana’, entre otras. Y sugerente resultó ‘Requiebros’ de Cassadó, antes de llegar a los espectaculares bises concluidos con un sentido ‘El cant del ocells’, que inmortalizó el genio catalán.