«Nadie es verdaderamente genial si no es comprensible», opina Javier Almuzara

Publicado en TLM

Ver: Jorge Muñiz autor de la partitura de Fuenteovejuna, por encargo de la Ópera de Oviedo

Hace dos años

Javier Almuzara recibía el encargo de la Ópera de Oviedo de convertir el texto de Fuenteovejuna en el libreto de una ópera que cobrará vida en escena en septiembre de 2018. La institución asturiana celebrará con este estreno mundial el 400 aniversario de la publicación de la genial obra de Lope de Vega, que inmortalizó el grito de la justicia por la mano colectiva con el célebre ‘todos a una’.

Inmerso en pleno proceso creativo, en un punto en el que “veo cómo mis palabras cobran vuelo a través de la música”, de Jorge Muñiz, Almuzara vive la experiencia con una pasión que desborda sus palabras y sus gestos. Habla de su aportación en el engranaje de esta incipiente ‘Todos a una’ musical, desde aquel día en el que Javier Menéndez, director artístico de la Ópera de Oviedo, le lanzó una propuesta a la que, confiesa, dijo que sí antes de pensarlo. “Luego ya me di cuenta del regalo que me habían hecho y empecé a preocuparme”.

¿Y después?

Te obligas a merecerlo. Cuando te llaman depositan en ti una confianza ciega, porque una vez que culmina el proceso de creación ya no hay marcha atrás.

¿Cómo ha sido ese proceso? 

Empezó en 2014, que fue cuando me hicieron el encargo. Me habían dicho que era un proceso largo y sabía que la fecha del estreno estaba lejos, pero como la mía era la parte inicial, mi trabajo sí era urgente. Lo primero fue profundizar en la obra de Lope. Sabía que mi principal tarea era hacer la versión más escueta posible de una obra de dos mil quinientos versos. Entendía que la música vendría después para ensancharla, para hacerla respirar y expandir las palabras. En todo ese proceso, en realidad fue más corto el periodo de creación que el de reflexión. En un inicio me hice muchas preguntas metafísicas, así que cuando empecé a escribir ya estaba todo bastante madurado. Inviertes un tiempo en el análisis que después rinde mucho.

¿Cómo se resume a uno de los dramaturgos más grandes del Siglo de Oro?

Resumir es imposible, porque la obra es demasiado extensa. Tuve que reescribir. Reescribir a Lope y a la vez serle fiel. En cierto modo, ser Lope.

¿Por dónde empezó? 

La obra tiene dos líneas argumentales. Por un lado el contexto político-histórico y por otro la puramente dramática, con la historia de amor, los abusos del comendador y el tiranicidio. La primera es más circunstancial, más propia de un historiador que de un dramaturgo, así que me centré en la línea dramática. Una vez acotada la línea argumental, lo siguiente era reducir los personajes. En la obra hay muchos, y muchos aparecen de forma episódica. Separé a los protagonistas y en algún caso reuní a varios en uno solo. Me quedé con nueve, siete principales y los otros que apuntalan la historia.

¿Cómo?

Me interesaba mucho la verdad psicológica de los personajes. Quería que tuviesen coherencia, que a medida que avanza la obra adquieran relieve y vayan forjando un carácter y una identidad. Y sobre todo que sean consecuentes. He procurado que los personajes sean conscientes de las consecuencias de sus actos. En todo momento se reflexiona sobre lo que está pasando; hay una lectura del corazón humano y el público llega a conocer la motivación de sus actos, porque a ellos les da tiempo a explicarse. Actúan en consecuencia a unas consideraciones vitales, a una época y a una idea del mundo. Espero en ese sentido que la obra sea una reflexión sobre la naturaleza humana,

¿Y sobre la justicia?

Sobre en qué modo es punible una acción y si hay justicia en la justicia popular.

Dice que los personajes se explican. 

Yo soy poeta, propenso al análisis ensimismado, y este texto requería la vivacidad del diálogo. He procurado conjugar ambos. Para mí, hacer a los personajes dialogar era un reto enorme. Pero antes que todo eso, había una pregunta fundamental: ¿prosa o verso?

¿Prosa o verso?

Pensé: por qué voy a negarle la dignidad al verso en una obra que parece consustancial a él. Mi deber es estar a la altura del verso de Lope. Hacer la obra en verso era un gran reto y a la vez era un homenaje. Primero había pensado en alternar con prosa para los recitativos, pero decidí que la música marcase la diferencia, porque quería que el texto tuviese la máxima dignidad posible. Es una antología poética y una obra dramática a la vez.

¿Y cómo construyó la obra?

Quise concebir un texto que se pueda leer como una obra de teatro. Un texto que fuera del contexto de la ópera tenga sentido propio y valor autónomo. Y para ello busqué una actualización retórica, sin crear un texto que banalizara a Lope. Jugué a usar los mismos recursos narrativos del XVII para representar una acción en el XXI: estrofas clásicas, variedad de metros… pero sin caer en arcaísmos. No hay cambios deliberados en el orden de las frases y están las palabras que, sin dejar de ser de su tiempo, sin desdecir a una época, no desconciertan al público actual.

¿Por ejemplo?

No responderé de mí /  si se pone delante. Así empieza la obra.

Esas palabras, ¿las imagina cantadas?

No exactamente. Pero he intentado que sirvan de hilo conductor de la música. Lo mío es una partitura verbal; la música impondrá su propio discurso. No me imagino cómo puede quedar y menos con una voz impostada. Pero la poesía ya es musical en sí, es música que piensa. Y lo que sí tenía claro es que, aunque el texto no es lo primordial (prima la música e poi le pareole, ya lo decía Salieri), sí tenía que dar el máximo. En el resultado final influyó decisivamente la lectura insobornable de mi compañera y conciencia literaria: Mercedes Polledo. Quiero que la palabra sea plástica, que profundice en una emoción, pero sin ser un discurso demasiado sentimental. He hecho un libreto deliberadamente anti romántico. Quiero conmover a través de la reflexión. Apuntar, como si fuese una metáfora de Frondoso y la ballesta del comendaor, a la cabeza del público para llegarles al corazón.

Leer es un acto relajado, ¿cómo darle la necesaria tensión de un espectáculo en vivo?

La tensión la facilita la propia compresión de la obra. Los eventos significativos se suceden, más obviando una de las líneas argumentales. Utilizo algunas elipsis de teatro moderno que Lope nunca hubiese usado, y cuando prescindí de algo intenté que el salto resultase vertiginoso. Pero ya el propio Lope, en una escena seria mete un chiste, hace que el público no se relaje.

En el siglo XVII y XVIII, los libretistas nunca imaginaron la perdurabilidad del género. ¿La tuvo usted en cuenta?

Bueno, creo que Lorenzo da Ponte, por ejemplo, o también Metastasio eran muy conscientes de su valía. No hay más que leer las memorias que escribió Daponte al final de sus días. A mí me gustaría romper con los límites de mi tiempo, que esta historia no quede caduca.

¿Por qué seguimos recurriendo a los clásicos?

Acudimos a tesoros enterrados, que muchos los son. En su día se estrenaban obras que se mantenían programadas durante una semana y luego se dejaban olvidadas para estrenar otras. Ahora mismo se estrenan o se recuperan más obras del pasado que novedades. Creo que es porque el público tiene más fe en los compositores consabidos. Creo además que hoy hay un divorcio entre comunicación y composición. El público ha dejado de conectar con la música que se presenta. Habría que volver a un lenguaje que el público entienda y que a la vez satisfaga a los compositores. En este caso creo que Jorge (Muñiz) es muy consciente de la necesidad de llegar al público, y sabe cómo hacerlo. Creo que hay un equilibrio apasionante, porque hay un lenguaje nuevo que no desdeña de la melodía, que no quiere asustar sino conmover.

También hay quienes han sido comprendidos tiempo después.

El arte que comunica con su tiempo tiene algo que decir en cualquier tiempo. A veces la modernidad es un escudo para esconder carencias. Nadie es verdaderamente genial si no es comprensible. La genialidad no es quedarse solo.

Y hablando del genio, ¿no teme las comparaciones?

Estoy seguro de mi originalidad, por eso no me importan los guiños a la tradición. La honra del creador está en ponerse al lado del grande para saber cuál es su verdadero tamaño; aun a riesgo de quedar muy pequeño en la comparación, porque Lope es muy grande.

Alicia S. Hulton

Sobre Javier Almuzara

(Oviedo, 1969) ha publicado los libros de poemas El sueño de una sombra (Oliver, 1990); Por la secreta escala (Renacimiento, 1994); Constantes vitales (Visor, 2004), con el que obtuvo el II Premio Emilio Alarcos; Caravana y desierto (Renacimiento, 2014), una colección de recreaciones líricas a partir de las rubayyatas de Omar Jayyam, y Quede claro: Antología poética 1989-2013 (Renacimiento, 2014), donde se incluye el poemario inédito Siempre y cuando.

Es también autor del dietario Letra y música (Llibros del Pexe, 2001); de Títere con cabeza (AMG, 2005), conjunto de prosas misceláneas que obtuvo el Premio Café Bretón, y de Catálogo de asombros (Impronta, 2012), colección de ensayos líricos sobre literatura, música y autobiografía.

Su obra ha aparecido en diversas selecciones de la poesía y el aforismo españoles contemporáneos. Fue codirector de la revista Reloj de arena y colabora en publicaciones periódicas como Clarín: Revista de nueva literatura o el periódico Asturias Diario. Los compositores Rui Paulo Teixeira y Pablo Moras, entre otros, han puesto música a sus poemas. Es guionista del programa Manos a la ópera, emitido por la Televisión del Principado de Asturias.

Desde hace años imparte talleres de lectura y creación literaria y cursos de literatura e historia de la música.

Entrevista gentileza de Ópera de Oviedo

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