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Ver: Astor Piazzolla
Esta semana se cumplen cien años del nacimiento del músico argentino, quien tuvo una relación muy cercana con el ritmo estadounidense, que se expresa en “Reunión Cumbre”, su disco con Gerry Mulligan. Además, un repaso de cómo esta obra y sus tangos influenciaron a compositores de todo el mundo.
Casi medio siglo después de haber sido grabado en una tarde del incipiente otoño europeo, Años de soledad sigue representando en sus pocos minutos, una comunión única y añorable entre la melancolía porteña y la emotividad jazzera. El tema, parte del encuentro entre Astor Piazzolla y el saxofonista neoyorquino Gerry Mulligan en los estudios Mondial Sound de Milán; integra Summit, el único álbum que grabaron juntos y que en la Argentina fue editado por el sello Trova en 1974, bajo el título de Reunión Cumbre.
Astor reivindicaba aquel encuentro no exento de rispideces. “El disco que hice con Mulligan es una de las cosas más lindas de mi vida”, le decía a su amigo Natalio Gorín, quien lo reproduce en su libro A manera de memorias.
“Me gustó tocar con él. El sonido de su saxo es como una puñalada en el corazón”, se sinceraba el marplatense. Por aquellos años Mulligan, fallecido en 1966, era toda una celebridad. Había participado en el fundamental The birth of the cool de 1948 con Miles Davis y liderado el famoso cuarteto sin piano de los años 50 junto a Chet Baker.
Cuatro décadas después, otro Piazzolla, a quien todos llaman Pipi, levantaba en alto la estatuilla de Gardel de Oro con que la industria premia al mejor disco del año, por Piazzolla plays Piazzolla. El disco del sexteto Escalandrum, editado en 2011 y el único oro que hasta aquí obtuvo el jazz local; había sido todo un desafío. “Es difícil hacer música de Astor y no parecerse.
Es complicado salirse de esas características porque mi abuelo creó un estilo y lo cerró así”, explicaba Pipi. En 2014 el grupo volvería al universo Piazzolla con su álbum eléctrico sobre Las cuatro estaciones porteñas y dos años después con 3001, el disco que los reunió con Elena Roger. El próximo 11 de marzo cerrará el círculo de homenajes con el lanzamiento mundial de 100, el registro grabado parcialmente en Abbey Road, que editará Warner en sintonía con el centenario del autor.
Lo cierto es que entre uno y otro Piazzolla pasaron no menos de dos generaciones de artistas en la búsqueda de una expresión que aúne ambas músicas. El tango en el Sur. El jazz en el Norte.
Hermanados en una historia que comienza hace más de un siglo con un común origen prostibulario, transita por los salones y gana la aceptación de las clases acomodadas y culmina su ascenso social como materia de estudio en las universidades y música de consumo para plateas cultas.
Por eso, como lo marcan sus biógrafos, si bien Astor Piazzolla revolucionó el tango, nunca ocultó su gusto por el jazz. En más de una ocasión citaba a músicos del género y reconocía públicamente a Dizzy Gillespie, Gil Evans (de quien fue amigo), Wayne Shorter, el Modern Jazz Quartet o las corrientes más recientes que entonces representaban Chick Corea o Herbie Hancock.
Algunos historiadores sostienen incluso que la creación de su Octeto Buenos Aires tomó impulso tras haber visto al grupo de Gerry Mulligan en París en 1955, aunque otros ponen en duda la cronología del relato.
Es sabido que estuvo en conversaciones para grabar con Miles Davis, lo que finalmente no se concretó, pero que sí realizó un delicado registro junto al vibrafonista norteamericano Gary Burton.
El álbum, New Tango, en vivo en el festival suizo de Montreux en julio de 1986, fue producido por Nesuhi Ertegun, fundador junto a su hermano Ahmet del sello Atlantic Records, dueño de un catálogo estelar que incluía a Ray Charles, Aretha Franklin, Cream y Led Zeppelin.
Una década después, ya fallecido Piazzolla, Burton volvió a grabar aquella música. El disco fue Reunión, producto del reencuentro con Pablo Ziegler, Fernando Suárez Paz y Héctor Console, junto a Daniel Binelli y Marcelo Nissinman. “Cuando toqué por primera vez con Astor Piazzolla, hace diez años, pensé que se trataría de una única experiencia. Pero ahora el tango es parte permanente de mi vida”, dijo por entonces.
Y si bien todo esto tiene sabor a poco para los aficionados del jazz, deseosos de una mayor producción de Piazzolla cercana al género, no es menos cierto que su vigencia sigue intacta en las siguientes generaciones. Como en el guitarrista Tomás Gubitsch, quien supo formar parte de las filas piazzolleanas, aunque aquella participación podría figurar entre las experiencias más difíciles de su vida.
Gubitsch tenía solo 15 años cuando formó parte del grupo Generación Cero de Rodolfo Mederos. Poco después fue convocado por Luis Alberto Spinetta para integrar Invisible con el que graba El jardín de los presentes, uno de los mejores discos en la historia del rock nacional. Pero la ascendente carrera del guitarrista tenía algunas sorpresas por develar.
En 1977, con 19 años, es convocado por Piazzolla para integrar su nuevo grupo electrónico para una gira que culminaría en el Olympia de París. La relación fue difícil y el guitarrista no regresaría al país. La dictadura le había confiscado el pasaje y le exigía a cambio una declaración pública de apoyo, a lo que el músico se negó. Hoy Gubitsch es una figura del nuevo tango en Francia. Dirige orquestas, compone para cine y televisión, lidera sus propios grupos y ha grabado varios discos.
Con historias diferentes pero inquietudes similares se muestra Jorge Retamoza, un saxofonista de personal estilo quien se construyó atravesado por ambos géneros. En 2013 realizó un homenaje al Summit de Piazzolla y Mulligan.
Reconstruyó las partituras originales tomándolas directamente de la grabación y armó una serie de shows en recuerdo de aquel registro. Años después profundizaría más su búsqueda con Seis estudios tanguísticos, una obra de Astor escrita originalmente para flauta traversa. El disco fue grabado en Alemania en 2017 con la Virtuosi Chamber Orchestra, de la Radio Estatal de Saarbrücken.
En este escenario se inscribe también el trompetista Gustavo Bergalli uno de los primeros jazzeros que expresó un marcado interés en el tango. Bergalli, quien en 1969 participó en el primer disco de Almendra (otro trabajo de reminiscencias tangueras), vivió durante más de treinta años en Suecia, donde destacó como trompeta solista de la Orquesta de Estocolmo, compartiendo shows y grabaciones con figuras históricas.
La pasión de Bergalli se advierte en numerosos trabajos de valía. Entre ellos Tango, el disco que registró en 1999 con la Stockholm Jazz Orchestra, con arreglos y dirección de Carlos Franzetti y un sentimiento que nada tiene que envidiarle a la mejor orquesta porteña, y que incluyen los piazzollianos Revolucionario y Chiquilin de Bachín.
Una de sus últimas apariciones discográficas fue en 2011 como parte del quinteto de Pablo Aslan, el contrabajista argentino radicado desde hace décadas en Nueva York. El disco en cuestión: Piazzolla in Brooklyn, es toda una rareza, con una historia no tan conocida que lo antecede y que incluye al propio Astor.
Sobre finales de los 50s Piazzolla disuelve el Octeto Buenos Aires para probar suerte en Nueva York. Allí intentó vanamente fusionar el tango con el jazz alistando músicos locales.
De aquella época quedan registros como Take me Dancing, un disco que Piazzolla aborrecía. Medio siglo después, los temas de aquel registro maldito fueron rescatados por Aslan para Piazzolla in Brooklyn, que bajo su dirección alistó a Bergalli en trompeta, Nicolás Enrich en bandoneón, Abel Rogantini en piano y Pipi Piazzolla en batería.
Paralelamente Aslan desarrolló su actividad como editor y en 2016 produjo Tributango, de Emilio Solla, pianista mendocino radicado en los Estados Unidos y autor a su vez de una Suite piazzollana, grabada en Barcelona en 2001.
Solla ha venido desarrollando una fructífera carrera internacional en la que el tango va de la mano con el jazz; una mixtura que siempre consideró natural. En 2020 el pianista alcanzó su mayor logro al ganar el Latin Grammy al Mejor Álbum de Jazz Latino por Puertos: Music from International Waters, relegando al mismísimo Chick Corea.
Claro que esta avanzada no configura un hecho aislado. En años recientes muchos músicos se sumaron a la búsqueda de un lenguaje que aglutine su ADN tanguero con su pasión por el jazz. Como Diego Schissi, cofundador del jazzero Quinteto Urbano y hoy volcado decididamente al tango moderno y Fernando Tarrés, que en 2010 publicó Todo Buenos Aires, su disco de homenaje a Piazzolla comisionado por el Festival Internacional de Buenos Aires.
También el contrabajista Juan Pablo Navarro se inscribe con talento entre quienes profundizan los caminos del tango armados de un sólido lenguaje jazzero. Así lo evidenció desde Contratangos de 2011, su disco con composiciones propias, hasta Los dopados, del 2020, su particular mirada sobre la obra de Juan Carlos Cobián.
Pero la semilla de innovación y mixtura sembrada por Piazzolla germinó también fronteras afuera. Mientras actuó, Piazzolla era votado asiduamente por los críticos de jazz en la Annual Readers Poll de la prestigiosa revista DownBeat, que desde 1935 se edita en los Estados Unidos.
Por todo eso no resulta extraño el interés de artistas como los franceses Richard Galliano o Michel Portal, el parkeriano Phill Woods, el italiano Enrico Rava, los norteamericanos Al Di Meola, Regina Carter y Charlie Mariano o el flamenco Niño Josele.
El de Galliano es un caso emblemático. En 1983 fue invitado por el propio Piazzolla para participar en una comedia inspirada en Sueño de una noche de verano de William Shakespeare, con música del marplatense.
Desde entonces continuó una carrera que no oculta la influencia del argentino: como en New York Tango de 1996 y Blow Up, que en 1997 grabó junto con el francés Michael Portal y en el que incluye Libertango y Oblivión. Otro tanto para el saxofonista Phil Woods, quien en 1996 dedicó un disco entero a la memoría de Astor y Elis Regina. Allí Woods, un ardiente difusor del bebop, recrea Adios Nonino, Oblivión, Milonga del ángel e Invierno porteño y hace Piece for Piazzolla, un tema de su autoría en homenaje al marplatense.
La última novedad llega de Alemania a finales del 2020, cuando el baterista Wolfgang Haffner, un activo jazzman de la escena europea con más de 25 discos como líder, edita Kind of Tango para el sello ACT; en los que incluye Chiquilín de Bachín, Libertango y el Close Your Eyes And Listen, extraído de Summit; para completar un trabajo digno aunque dispar.
Transitando la tercera década de un nuevo siglo es posible, como dice el crítico norteamericano Ted Gioia, que las fusiones de géneros populares como el jazz y el tango estén recién en su infancia. Como sea, es innegable que esa búsqueda, a la que Piazzolla nunca renunció, tendrá mucho para dar en tiempos venideros. Cuando las historias y emociones del Sur vuelvan a cruzarse con las del Norte, bajo la invocación de algún músico inquieto, deseoso de derribar fronteras y abrazar la sorpresa.