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En búsqueda de la luminosidad
El pianista Rubén Talón, ganador de diversos concursos nacionales e internacionales de prestigio, todo un referente en su generación y maestro de otros jóvenes intérpretes, alumbró el otoño pasado Seeking Lightness, su primera grabación discográfica, con obras de Beethoven, Liszt y Rachmáninov.
La elección de un repertorio tan exigente y ambicioso, reuniendo en un solo disco cumbres del piano como la Sonata nº 14, op. 27 nº 2 de Beethoven, Claro de luna, la Sonata en si menor de Franz Liszt, y una selección de piezas, Études y Préludes de Rachmáninov, es un salto al vacío lleno de riesgos. Son obras maestras del repertorio que resulta difícil resistirse a la tentación de comparar con otras versiones míticas de la discografía.
Pensé en el momento elegido por el artista para acometer este reto, su seguridad para darles la firmeza que conlleva una grabación. Algo que trasciende al músico, que perdura en el tiempo y por lo que será juzgado. La excelencia artística de Rubén Talón es notoria.
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De inicio, aprecié una posible analogía entre la evolución musical del repertorio escogido; la despedida al clasicismo, un romanticismo pleno, y la llama crepuscular de lo posromántico, con el momento de madurez que Talón evidencia en estas interpretaciones. Su confianza de encontrarse en el periodo personal adecuado para llegar a lo más profundo de esta música y darle permanencia de una forma tan personal.
La Sonata nº 14 Op. 27, nº 2, Claro de luna de Beethoven, quasi una fantasia, desde su Adagio tan conocido, su ostinato inicial, sorprende por su tempo rápido, el 54 en el metrónomo que marca la viveza que arrastra y condiciona los dos movimientos siguientes, el Allegretto y el Presto agitato.
Un tempo escogido por Talón según las indicaciones de Czerny, alumno de Beethoven desde los diez años y maestro de Liszt más tarde. Czerny, capaz de tocar todas sus sonatas sin partitura, insistía en este tempo, un signo sobre la barra del compás de los tresillos iniciales de la sonata, la voluntad del compositor. Una elección que la distingue de otras y le aporta autenticidad.
El primer movimiento de las sonatas clásicas solía comenzar con un allegro. En la Claro de luna Beethoven ya se sentía con libertad para romper con este corsé y expresar con un adagio sus emociones, quizá su desesperación por algún desgarro sentimental.
El pianista desafía también las tradiciones, acude a Czerny, elige un tempo más rápido del habitual, y con ello crea una atmósfera en la que se contrasta la expresividad de la melodía con la tensión constante que subyace en los tresillos ostinatos que la dominan. En su interpretación, Talón resalta la dualidad existente entre la tristeza y la serenidad del Adagio, con el movimiento continuo de su música.
En el segundo tiempo, el Allegretto, el pianista se distancia de esa profundidad con una ejecución perfecta en sus contrastes y colorido. Un soplo de frescura elegante tras la tensión emocional del Adagio anterior, como si junto a la tristeza de lo perdido se evocara algo bueno.
El vertiginoso comienzo del tercer movimiento no pierde fuerza hasta su final y resume toda la interpretación de esta sonata. El discurso de Rubén Talón es tan fluido que su extrema dificultad técnica parece sencilla. Sus contrastes temáticos están definidos, sus desarrollos tan enlazados que en ciertos momentos nos pasan inadvertidos, con claridad sonora, fuerza expresiva y un tempo vibrante. El uso del pedal es preciso, sin grandilocuencias, algo que es común a todo el disco.
La transición desde la Claro de luna a la Sonata Si menor de Franz Liszt es casi instantánea, un par de segundos, como si de un cuarto movimiento de la op. 14 se tratase. Esta obra tan emocional y endiablada, precursora en la ejecución ininterrumpida de los movimientos como fue la Fantasía Wanderer de Schubert, por su brillantez y virtuosismo, es un reto obligado para todo pianista.
Una gran cordillera, con un contraste dramático entre sus picos y sus valles, que atraviesa luces, oscuridades, alcanza varios clímax y guarda oscuros silencios. Con acordes cíclicos ligados o insertos en la estructura de sus tres movimientos, que van y vienen, a modo de tema o de reinicio cuando parece que la sonata ha terminado.
El pianista muestra de nuevo su soltura técnica, un dominio del sonido sin artificiosidad, sin abandonarse a la pasión excesiva o al temperamento musical de Liszt. A cambio nos muestra una visión más amplia que la puramente pianística y que trasciende hacia sonoridades orquestales.
Lo hace con lirismo, expresividad, y unos contrastes dinámicos muy estudiados. Todas sus polifonías, como en un poema sinfónico, se exponen con claridad, cualquier pequeño motivo se identifica fácilmente, como el de la entrada de la fuga con que comienza su tercera parte.
El final está dedicado a Sergei Rachmáninov, con piezas como la Élegie op.3 nº 1, varios Préludes y Études-tableaux op. 33 y 39. Con el ruso, el pianista se muestra igual de solvente e inspirado, con expresividad y profundidad sonora.
Si en el Prélude Op.23 N.5, Rubén Talón exhibe su fuerza y musculatura pianística, con todos los recursos que el piano Shigeru Kawai pone a su disposición en este disco, en el resto de piezas nos descubre el colorido y los matices de la música de Rachmaninov, y una belleza, a veces intima, que se dirige directamente a nuestras emociones, y en mi caso consigue despertarlas.
Seeking Lightness representa de forma brillante la actual etapa de madurez artística de Rubén Talón. Contiene obras de repertorio ya grabadas por grandes maestros, podría ser un más de lo mismo, pero no lo es; ni decepciona ni se queda atrás. Parece un disco nacido para quedarse, de los de dejar bien a mano en la estantería o escuchar a menudo en Spotify.
Álvaro López Jamar
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