La mezzosoprano Teresa Berganza ha recogido hoy la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes en un homenaje que la madrileña entiende como “un acto de amor y de cariño” que, asegura, no podrá olvidar. “Este va a ser uno de los momentos más importantes de mi vida”, ha dicho la diva muy emocionada.
“Cuando he abierto esa puerta, con el aplauso que he sentido me ha dado un escalofrío en todo mi cuerpo y en toda mi alma. He sentido una emoción enorme que no podré olvidar”, ha dicho Berganza, que con sus palabras ha puesto en pie a toda la sala.
Al inicio del acto, celebrado en el CBA, Juan Miguel Hernández, presidente de la institución, ha ensalzado los logros artísticos de la mezzosoprano mientras ella, de 83 años, ha precisado con gracia y lucidez algunos datos de su biografía.
Ese humor tan característico en la cantante ha estado presente durante todo el homenaje. Berganza no solo ha pedido que no la despeinen al ponerle la medalla, sino que, además, ha posado para los fotógrafos mordiendo el premio, como hacen los deportistas.
“Llevaré esta medalla con un orgullo enorme y con un cariño enorme porque así ha sido entregada. Gracias de corazón”, ha dicho la madrileña sin poder contener las lágrimas.
El reconocimiento aplaude la trayectoria de una mujer “que ha ocupado las cotas mas altas de la interpretación vocal” y que ha destacado por ser “emocional y sobre todo emocionante”, ha subrayado Hernández.
“Hoy no puedo cantar, pero diré eso que dicen en la verbena de La Paloma: “Dos palabras solamente, aquí estoy, vamos a ver”, ha añadido Berganza.
Después, la cantante ha mantenido una charla abierta con el periodista Juan Ángel Vela del Campo, con quien ha repasado una trayectoria musical que comenzó cuando era una niña y que, dice, la ha hecho “muy feliz”.
Desde que nació, ha relatado, escuchaba en su casa tocar un piano que su madre le regaló a su padre y que, ahora en manos de su nieta, sigue siendo “el piano del amor”.
“Mi padre y mi madre eran un ejemplo de amor. Si no existe el amor no existe nada, ni en la música, ni en la pintura, ni en los seres humanos”, ha comentado la mezzosoprano, que ha incidido en la importancia que tiene la familia en su vida y el sacrificio profesional que tuvo que hacer para que sus hijos fueran felices.
También ha hablado de su debut escénico, que tuvo lugar en 1957 en el Festival de Aix-en-Provence, donde interpretó el papel de Dorabella de “Così fan tutte”, y de su presentación al público estadounidense, un año después, como la Medea de Cherubini, en la Ópera de Dallas, acompañada Jon Vickers y María Callas.
“Callas me recibió como reciben las grandes; fuimos al ensayo y me dijo ‘no me llames señora Callas, llámame María’. Quería morirme porque no podéis saber lo que era para una criatura de 25 años que nunca había ido a Estados Unidos verla y que me cogiera la mano. Me dan escalofríos de pensarlo”, revela.
Su prodigiosa voz y su depurada técnica también le han brindado a Berganza la oportunidad de brillar en los papeles de Cherubino, en “Las bodas de Fígaro”; Rosina, en “El barbero de Sevilla”; o Angelina, en “La Cenerentola”.
“Es que he hecho muchas cosas, son 180 discos. Estoy como las del pop”, ha bromeado la madrileña, que piensa que haber interpretado tantos papeles y haberse rodeado de tantos buenos músicos también son “premios” que da la vida.
El galardón que hoy ha recibido, concedido por unanimidad por la junta directiva del CBA, se suma a otros como el Premio Príncipe Asturias de las Artes, en 1991, o el Nacional de Música, en 1996.
“Algún premio me tenían que dar porque estoy cantando desde los 17 años. Me encantan los premios y esta medalla como es bonita me la puedo poner con traje de noche”, ha dicho riendo.
Ahora, en la distancia, asegura que es plenamente consciente de todo lo que le ha aportado la música: “Me doy cuenta de que he sido muy feliz, de que he hecho lo que me gustaba y de que me ha querido mucho la gente«, ha dicho Berganza antes de despedirse.