Tristan e Isolda, en una nueva producción en el Teatro de la Maestranza de Sevilla

Amor y muerte, en una ópera metafísica

Inspirada en una leyenda medieval de origen celta, Tristán e Isolda no solo abanderó la vanguardia musical de su tiempo, llevando la tonalidad hacia un punto de no retorno, sino que, con su cromatismo, su inestabilidad armónica, su exacerbada voluptuosidad y su angustia orquestal –“música enferma”, la llamó el crítico Eduard Hanslick– constituye un símbolo de la victoria del sentimiento sobre la razón, arrastrándonos hacia el profundo misterio de la noche insondable, de un amor imposible que trasciende la vida y solo es realizable más allá de la muerte.

Cumbre del drama musical wagneriano, en el que la música, el texto y la acción escénica se funden en una continua unidad común, constituye una cima del Romanticismo alemán sobre la que ronda la metafísica y gravita el descubrimiento de la filosofía de Arthur Schopenhauer, con su impacto sobre un Richard Wagner arrastrado por su pasión hacia Mathilde Wesendock, inspiradora de esta obra y esposa de uno de sus mecenas.

Tristan e Isolda, en una nueva producción en el Teatro de la Maestranza de Sevilla | Toda la Música

27 y 30 de septiembre, 3 de octubre a las 19:00 hs | Teatro de la Maestranza

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Tristan e Isolda, en una nueva producción en el Teatro de la Maestranza de Sevilla | Toda la Música
Ensayo de Tristan e Isolda
Tristan e Isolda, en una nueva producción en el Teatro de la Maestranza de Sevilla | Toda la Música
El maestro Henrik Nánási, que estará al frente de la ROSS, en el ensayo de Tristán e Isolda

Tristan e Isolda, en una nueva producción en el Teatro de la Maestranza de Sevilla | Toda la Música

El Teatro de la Maestranza estrena una nueva producción propia con dirección de escena del brasileño Allex Aguilera -quien ya puso en escena el Tristán con dirección musical de Zubin Mehta– con la ROSS en el foso dirigida por el húngaro Henrik Nánási.

Stuart Skelton, Elisabet Strid y Agnieszka Rehlis lideran un apabullante reparto con el que este título esencial sobre el deseo, la sexualidad, el amor imposible y la muerte, retorna al escenario del Teatro de la Maestranza tras 14 años de ausencia.

Una de las más bellas y perturbadoras experiencias líricas que se pueden vivir en un teatro de ópera.

El argumento

Tristan e Isolda, en una nueva producción en el Teatro de la Maestranza de Sevilla | Toda la Música
Edmund Blair Leighton – Tristan and Isolde or The End of the Song (1902)

Acto primero

En el puente de un barco

Tristán ha ido a pedir la mano de Isolda, hija del rey de Irlanda, para su tío, el rey Marke de Cornualles, y la lleva ahora a su país. La alegre animación que muestra la tripulación a medida que el barco se acerca a su destino no es, sin embargo, compartida por la prometida ni por su acompañante.

Esta travesía es para los dos un viaje hacia una catástrofe ineludible. Un sombrío secreto los une y los separa al mismo tiempo. En el curso de una batalla de liberación contra Irlanda, Tristán mató a Morold, el prometido de Isolda y, como señal de desprecio, hizo que le enviaran a la joven la cabeza de su amado.

Pero él mismo sufrió una herida incurable. En su desesperación, se dejó ir a la deriva en una barca hacia Irlanda, tierra de su enemigo jurado, de la “sanadora” Isolda, dotada de poderes sobrenaturales. Ésta acogió y curó al hombre herido que se había presentado bajo el nombre falso de “Tantris”.

Pero un fragmento de su espada, coincidente con el trozo que encontró en la cabeza de Morold, le reveló la verdadera identidad del extranjero. Armada con la espada, se acercó ella al lecho del herido para cumplir la venganza.

En ese momento, sus miradas se cruzaron y el arma se le cayó de las manos. Este intercambio de miradas, que no fue seguido por ninguna palabra de explicación, ni por una declaración de amor, es la clave de todo el drama.

Fue en silencio como Isolda curó a Tristán hasta su sanación. Con la imagen de “la reina más hermosa” en su corazón, él se despidió y le juró fidelidad eterna. En Cornualles, sin embargo, él advirtió que el asesinato de Morold se alzaría por siempre entre ella y él.

Decidió él entonces cumplir un acto de abnegación suprema, que al mismo tiempo hiciera callar a los envidiosos en la corte de Cornualles: propuso conducir él mismo a Isolda hasta el rey Marke, su futuro esposo. Accediendo a su petición, Isolda le siguió en silencio a bordo del barco.

Ahora que el barco se acerca a su destino, ella deja estallar sin contención su cólera, su decepción y su desesperación. Quiere, a cualquier coste, hablar con Tristán y envía a su doncella Brangania con la orden de que comparezca ante ella.

Pero Tristán se niega, invocando la costumbre que exige al acompañante de la petición de matrimonio que guarde la distancia con la prometida. Su criado Kurwenal aprovecha la ocasión para cantar a Brangania, que se aleja, una canción satírica sobre Morold, que los marineros secundan alegremente.

Con amargura, Isolda confiesa entonces su secreto a su doncella y exige la muerte de Tristán, al tiempo que desea la suya propia. Para consolarla, Brangania atrae su atención hacia un cofre que contiene brebajes mágicos y le aconseja que utilice el filtro de amor, a fin de conquistar a Tristán. Pero Isolda elige decididamente el filtro de muerte, que Tristán habrá de beber con ella a modo de expiación.

Kurwenal llega para avisar a las damas para que se preparen a desembarcar, pero Isolda anuncia que no seguirá a Tristán si él no le concede la satisfacción que se requiere. Esta amenaza obliga a Tristán a comparecer ante ella, presintiendo lo que este encuentro va a significar para él.

Orgullosamente, le tiende su espada para que ella se vengue. Ella la rechaza y le señala irónicamente el “dulce filtro de reconciliación” que ha preparado para él. Firmemente convencido de que se trata de un filtro de muerte, Tristán bebe de la copa, que Isolda tomará de sus manos poco después, para beber a su vez.

En lugar de la poción mortal, Brangania ha servido el filtro de amor. Pero no es el bebedizo lo que provoca la metamorfosis de ambos, sino la ilusión de que van a morir juntos: se sienten ahora libres de reconocer su amor. Cuando se recobran de su extática ebriedad, el barco ha atracado en el puerto, donde Marke espera a su prometida.

Acto segundo

En el parque del castillo del rey

El rey Marke ha partido para una cacería nocturna. Isolda espera a Tristán e implora a Brangania que apague la antorcha encendida que sirve a Tristán para advertirle de tener paso franco. Brangania, temerosa, está desesperada por haber puesto a su señora en una situación comprometida al haber cambiado los bebedizos.

Pone a Isolda en guardia contra Melot, el amigo de Tristán, que ha aconsejado al rey participar en esta cacería nocturna, y en quien sospecha un traidor. Pero Isolda hace oídos sordos a sus advertencias y apaga ella misma la antorcha. Llega Tristán.

En sus apasionados abrazos, los dos amantes bendicen el filtro que los ha unido y la noche, que es la única que les permite entregarse a su amor. A medida que crece su estado extático, la noche se convierte cada vez más en el símbolo de la “noche eterna” a sus ojos y es así como nace la idea de “la muerte de amor”, glorificada con éxtasis. Pero el sueño se desgarra súbitamente cuando Kurwenal llega precipitadamente gritando: “¡Tristán, sálvate!” Melot los ha traicionado.

Es con una abrumadora acusación como el rey Marke aparece ante Tristán y le interroga sobre el inconcebible motivo de su traición. Tristán no está en disposición de responder. El mundo no es para él más que una pesadilla que ha de disipar.

Pregunta con dulzura a Isolda si le seguiría en la muerte, y ella le suplica que le muestre el camino. Tristán acusa a Melot de traidor y le desafía en duelo. Cuando Melot va a atacar, Tristán deja caer su espada, permitiendo que Melot le hiera, y se desploma en el suelo.

Acto tercero

En el mar, ante el castillo de Kareol

Gravemente herido, Tristán yace sin conocimiento en su viejo castillo de Bretaña a donde Kurwenal le transportara y ahora le vela. Un pastor toca una melodía lastimera con su caramillo. Luego pregunta en voz baja a Kurwenal sobre el origen de los padecimientos de su amo, pero Kurwenal evita responder y ordena al pastor que otee atento el horizonte y le señale la presencia de cualquier barco.

Cuando el pastor se aleja tristemente, Tristán se despierta. En el umbral de la muerte, el pensamiento de Isolda le devuelve a la vida. Kurwenal le hace saber que ha enviado a buscar a Isolda y que su barco ya debe de estar al llegar. Esta noticia pone a Tristán en un estado febril.

Cree divisar ya al barco liberador. Entonces resuena de nuevo la melodía del pastor y Kurwenal sacude tristemente la cabeza: no hay ningún barco a la vista. Presa de una profunda melancolía, Tristán medita sobre su vida. La melodía del pastor se convierte para él en el símbolo de su destino donde se mezclan inextricablemente la aspiración hacia la muerte y la sed de vivir.

Evoca su viaje a Irlanda, se vuelve a ver gravemente herido en su barco. Isolda le curó entonces. Pero cuando sus miradas se encontraron, una nueva herida se abrió en él. Más tarde, ella le ofreció la copa con el filtro de amor que le libró por entero a los tormentos de la nostalgia y que ahora maldice en su desesperación.

Cae al suelo desvanecido. Cuando recobra el conocimiento, cree ver de nuevo el barco tan deseado y a Isolda a bordo, de una belleza transfigurada, acudiendo para salvarlo. Esta vez, la visión de su delirio se hace realidad. Una alegre melodía del pastor anuncia la llegada del barco. Mientras Kurwenal corre al puerto, Tristán, como loco, se arranca la venda de su herida y, moribundo, recibe a Isolda.

Con una última mirada hacia ella, expira entre sus brazos. Tras un desesperado lamento en que ella evoca “esa última felicidad en el mundo, esa felicidad única eternamente breve” que Tristán le ha proporcionado, Isolda cae desvanecida junto a su cadáver.

En ese momento, el pastor anuncia la llegada de un segundo barco. Kurwenal reconoce a Marke y Melot rodeados de hombres armados. Creyendo que vienen en persecución de Isolda, se abalanza contra ellos, espada en mano, y mata a Melot, pero el fiel Kurwenal cae a su vez.

Marke no ha seguido a Isolda con intención belicosa. Brangania le reveló el secreto de la sustitución de los filtros y acude con la intención de perdonar y unir a la pareja. Ahora que su amigo está muerto y que cree haber comprendido lo inconcebible, todo se oscurece para él en el más negro duelo. Isolda ya no oye su lamento.

Extática, contempla a Tristán quien, para ella, se despierta a una nueva vida; al morir, ella se une a él con la certeza de la transfiguración de la inmortalidad de su amor.

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